Repensando la producción del hábitat
Reflexión sobre la producción social del hábitat y la vivienda, destacando la autoconstrucción, la participación activa de los usuarios y el enfoque transdisciplinario como ejes clave para generar soluciones habitacionales contextualizadas, sostenibles y culturalmente coherentes.
Benjamín Rojas
9/13/20244 min read


Para satisfacer las necesidades humanas —culturales, históricas, sociales, económicas, políticas, legales, ambientales, físicas y territoriales— el ser humano modifica el entorno natural con el fin de apropiarse del hábitat.
Conceptos
Autoconstrucción: hace referencia únicamente al aspecto constructivo dentro del proceso de producción de la vivienda.
Autoproducción: se refiere al proceso mediante el cual las personas llevan a cabo la producción habitacional por iniciativa propia y para su propio beneficio.
Producción social del hábitat y la vivienda: alude a procesos de autoproducción coordinados colectivamente y sin fines de lucro.
De entre las múltiples formas de satisfacer la necesidad de vivienda, la autoproducción resulta ser la más común. Dentro de este modo, se pueden distinguir dos sectores: por un lado, aquellos que tienen la posibilidad de contratar los servicios de un arquitecto (generalmente con mayor poder adquisitivo), y por otro, quienes producen su vivienda de manera espontánea, sin ningún tipo de asesoría técnica (habitualmente personas de bajos recursos).
La vivienda: distintas formas de concebirla
Como objeto terminado: no contempla el crecimiento familiar; es accesible para la clase media y su inversión se recupera lentamente.
Como proceso: permite la autoconstrucción, está dirigida a la mayoría de la población y la inversión puede recuperarse en menor tiempo.
Como mercancía: se concibe para generar rentabilidad mediante su venta.
Como bien de uso: es autoproducida, sin fines de lucro, y responde directamente a las necesidades del habitante.
Gran parte de las soluciones habitacionales propuestas por los especialistas han sido inadecuadas, parciales y desvinculadas de la realidad. La vivienda ha sido abordada como un objeto aislado, desvinculado de los procesos sociales que la rodean. Se le ha tratado como un producto terminado, planificado y construido en un proceso técnico que ignora los deseos, necesidades y posibilidades cambiantes de sus usuarios.
No se puede estudiar la vivienda de forma aislada, ya que esta representa solo una manifestación de un problema estructural más amplio, inserto en un sistema complejo de relaciones sociales, económicas y culturales.
Se requiere un compromiso con la búsqueda de soluciones articuladas e integrales, capaces de abordar los conflictos propios de esta complejidad y sin omitir los múltiples factores que conforman el hábitat: su historia, su situación actual, sus dimensiones económicas, políticas, sociales, culturales y ambientales.
Es necesario generar una estrategia participativa, cuyo objetivo sea lograr transformaciones profundas y soluciones coherentes con un modelo de desarrollo sustentado en la participación, la conflictividad y la complejidad del contexto.
Uno de los ejes fundamentales de esta complejidad es la transdisciplina, entendida como una forma de aproximación a la realidad que trasciende los límites de las disciplinas tradicionales y permite establecer vínculos entre diferentes niveles, escalas y dimensiones de los fenómenos (físicas, biológicas, antropológicas, psicológicas, etc.).
Durante mucho tiempo, arquitectos, urbanistas y constructores han abordado el problema del hábitat desde una visión reducida a lo físico, centrada en sistemas constructivos y en el diseño formal. Sin embargo, es fundamental reconocer que estos elementos están inmersos en un sistema productivo, económico, social, ambiental e histórico-cultural, y que han sido creados por y para seres humanos. Por ello, es indispensable trabajar de manera colaborativa con otros actores y otras disciplinas, con el fin de construir un desarrollo local e integral.
Participación como eje central
La participación es uno de los pilares fundamentales de la producción social del hábitat, ya que permite articular dos formas distintas de conocimiento:
El conocimiento técnico, que aporta información especializada en aspectos constructivos, espaciales, normativos y económicos.
El conocimiento del usuario, quien define sus necesidades, expectativas y posibilidades desde la experiencia cotidiana.
Como menciona Henry Sanoff, “la participación significa la colaboración de personas que persiguen objetivos que ellas mismas han establecido”.
Los habitantes no solo aportan información básica sobre sus necesidades y aspiraciones, sino que también pueden ofrecer soluciones viables y contextualizadas. Su participación activa en los procesos de diseño y construcción garantiza entornos más adecuados y sostenibles, ya que estos responden a su propia visión del mundo y a sus condiciones particulares.
Quienes promueven el diseño participativo reconocen que:
No existe una única respuesta a un problema. La diversidad de puntos de vista enriquece la comprensión de la realidad.
Existe una necesidad social de relaciones más equitativas y transparentes.
Los actores involucrados directamente en un problema conocen mejor sus necesidades y posibilidades.
En casi todos los casos existen intereses diversos que requieren procesos de negociación y acuerdos colectivos.
No obstante, la participación debe entenderse como una herramienta de diálogo, no como una evasión de responsabilidades. Puede convertirse en un obstáculo cuando se usa como excusa para evitar la toma de decisiones, o cuando se interpreta de manera excesiva, creyendo que todo debe ser validado por todos. En cambio, debe concebirse como una negociación entre actores para alcanzar decisiones coherentes y consensuadas.
Integración, apropiación y transdisciplina
La integración entre los participantes es fundamental para una adecuada producción social del hábitat, y se refleja en la satisfacción de necesidades reales y en el fortalecimiento del sentido de apropiación del proyecto por parte de los usuarios.
Para lograr resultados óptimos, es válido apoyarse en otras disciplinas, lo que permite evitar soluciones puramente técnicas. A través de la transdisciplina, es posible comprender mejor el contexto y las múltiples variables que influyen en el diseño: desde la vivienda y el usuario, hasta su interacción con el medio ambiente.
La producción social del hábitat y la vivienda propone un modelo que rescata los aspectos positivos de los asentamientos populares (como la mezcla de vivienda con comercio, talleres o espacios de convivencia), y al mismo tiempo busca superar sus limitaciones (falta de servicios, recursos, infraestructura, etc.). Este modelo permite a las personas producir su vivienda de acuerdo con sus condiciones y necesidades, y les otorga el control de las decisiones mediante su participación activa.
Entender que existen diversas concepciones sobre la vivienda —como objeto, como proceso, como mercancía o como bien de uso— permite ampliar nuestra perspectiva. Cada una de estas concepciones responde a contextos y actores diferentes, pero todas coinciden en un punto esencial: la vivienda es una respuesta fundamental a una necesidad humana.
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