Identidad Cultural
Este texto reflexiona sobre la identidad cultural como construcción simbólica colectiva, abordando su relación con el patrimonio inmaterial y el diseño del entorno. A partir de conceptos clave como memoria, tradición y apropiación del espacio.
Benjamín Rojas
10/11/20242 min read


Hablar de identidad cultural implica adentrarse en un campo complejo. Enrique Gomáriz (1979) la define como “el conjunto de formas posibles de producir y transmitir los sentidos simbólicos que caracterizan a un conjunto social y le permiten reconocerse y ser reconocido por otros”.
En el ámbito de la cultura inmaterial —según la definición de la UNESCO— se consideran los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas, junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes, que las comunidades, grupos, e incluso individuos, reconocen como parte integrante de su patrimonio cultural.
Dentro de esta categoría también se incluyen elementos como las tradiciones, mitos, costumbres, el lenguaje y otras formas de comunicación. Las tradiciones orales, la música, la danza, los rituales y los actos festivos, al ser transmitidos de generación en generación y reconocidos por los propios colectivos sociales, pueden incorporarse a su identidad cultural. Estos elementos, en tanto patrimonio inmaterial, residen principalmente en la mente humana, y requieren ser continuamente recreados y vivificados para mantenerse vigentes.
Ciertas imágenes culturales que persisten en el subconsciente colectivo con el paso del tiempo se convierten en memorias del lugar y del tiempo, configurando un patrimonio compartido que sostiene el espíritu comunitario y la identidad social. Estas referencias simbólicas pueden alterarse o desaparecer cuando se modifican las características físicas y morfológicas del entorno. Como señala Gustavo Romero (1999): “el contexto diseñado del conjunto urbano rehabilitado, además de recuperar la autenticidad, debe permitir y provocar con sus imágenes conductas admitidas socialmente como positivas, tendientes a gestar y disfrutar una más alta calidad de vida en la comunidad”.
La identidad actúa como un factor de seguridad que permite a las personas desenvolverse con libertad y confianza frente a su entorno. Su relevancia en la vida social radica en orientar el comportamiento del individuo, ya sea hacia sí mismo o hacia la colectividad.
Por tanto, si se logran identificar y aplicar los aspectos simbólicos relacionados con la apropiación del espacio y la identidad cultural en el diseño de la vivienda, se generarán valores significativos. El usuario, al percibir estos valores, se sentirá identificado con el entorno, vivirá una experiencia reforzada por emociones, y se consolidará la creación de un verdadero “lugar” a través de un aprendizaje significativo.
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