Habitabilidad

Este artículo ofrece una visión integral de la habitabilidad. A partir de autores como Heidegger, Ramírez Ponce y Barrios, se reflexiona sobre cómo el espacio se vuelve verdaderamente habitable cuando responde a las necesidades biológicas, sociales y simbólicas de sus ocupantes.

Benjamín Rojas

10/25/20243 min read

Habitabilidad: una visión integral

Hablar de habitabilidad implica adentrarse en un campo complejo y multidimensional, debido a las distintas definiciones que ofrecen tanto arquitectos como teóricos. Para abordar este concepto, comenzamos con el planteamiento de Martin Heidegger (1957):

“Habitar es haber sido llevado a la paz, protegido, en la libertad que resguarda toda cosa llevándola a su esencia. (…) En el habitar descansa el ser del hombre y el sentido del residir del hombre en la tierra”.

El arquitecto Ramírez Ponce (2001) complementa esta visión al afirmar:

“En el proceso de producción de los objetos arquitectónicos, al aparecer la obra producida, sólo es posible definirla y valorarla si la consideramos necesariamente habitada. En otras palabras, las obras programadas, proyectadas y construidas se convierten en arquitectónicas, en tanto son habitadas”.

Desde esta perspectiva, la habitabilidad está estrechamente ligada a la calidad de vida, entendida no solo como un conjunto de condiciones materiales, sino como una experiencia construida social y culturalmente. Ramírez Ponce advierte:

“Todos los espacios arquitectónicos son habitables, pero no todos los espacios habitables son arquitectónicos”.

Esto significa que la calidad de vida surge de la interacción entre el espacio construido y las vivencias de quien lo habita. Como señalan Fadda y Giron (1999), no es responsabilidad exclusiva de arquitectos o planificadores; los usuarios son parte activa en la evaluación y mejora de su entorno residencial, lo que impacta directamente en su grado de satisfacción.

La doctora Dulce María Barrios (2001) define la habitabilidad como el conjunto de condiciones espaciales que permiten resolver las necesidades humanas, desde las más básicas (biológicas) hasta las más complejas (éticas y estéticas), para propiciar el desarrollo integral del ser humano. Así, un espacio es verdaderamente habitable cuando responde a todas estas dimensiones.

Cuando un individuo evalúa negativamente su ambiente residencial, ya sea por un cambio en sus expectativas o por transformaciones en el entorno, se genera un estado de insatisfacción que lo impulsa a modificar su comportamiento (Amérigo, 1995). Por ello, los espacios deben adaptarse a las necesidades cambiantes de sus usuarios.

Dimensiones de la habitabilidad

Ramírez Ponce propone tres dimensiones esenciales para comprender y proyectar espacios habitables: la socio-cultural, la física y la biológica/psicológica.

1. Habitabilidad socio-cultural

Todo espacio arquitectónico es un contenedor de actividades humanas y, por lo tanto, una expresión cultural. Esta dimensión considera los modos de vida, costumbres, tradiciones y formas de habitar propias de cada comunidad.

El diseño arquitectónico debe interpretar estas formas de habitar para generar espacios significativos. Cualquier proyecto que omita los aspectos cualitativos y se base solo en parámetros cuantificables será, en última instancia, parcial e insuficiente. Como dice Ramírez Ponce, los arquitectos no inventamos los conceptos proyectuales, sino que los interpretamos a partir del análisis del habitar.

2. Habitabilidad física

Se refiere a los aspectos tangibles y medibles del espacio habitable: dimensiones, superficies, volúmenes y relaciones espaciales. Aquí se consideran tres escalas básicas:

  • La dimensión espacial, que permite la circulación del usuario.

  • La dimensión de relación con el mobiliario, que garantiza su uso adecuado.

  • La dimensión del propio mobiliario, que define su proporción y ubicación.

Estas escalas están directamente relacionadas con el uso del espacio, las actividades que en él se desarrollan y el nivel de privacidad requerido.

3. Habitabilidad biológica y psicológica

Esta dimensión se enfoca en el confort físico y mental del usuario: temperatura, ventilación, iluminación y calidad ambiental. Son factores clave para el funcionamiento fisiológico y emocional de quienes habitan un espacio.

Esta dimensión se vincula estrechamente con el confort ambiental, un aspecto que será desarrollado en profundidad más adelante, en el marco de la psicología del ambiente.