El solar como unidad ecosistémica, doméstica y ritual
Organizado según saberes ancestrales, articula la vida cotidiana con los ciclos naturales y la cosmovisión maya. Su diseño responde a principios ecológicos, culturales y espirituales, consolidándose como un modelo de hábitat sostenible y simbólico.
Benjamín Rojas
7/25/20255 min read


El solar en la vivienda maya tradicional no es un simple terreno, sino una unidad compleja que integra funciones domésticas, agrícolas, sociales y rituales. Este espacio articula las prácticas cotidianas con los ciclos naturales y con las dimensiones simbólicas del mundo maya, consolidándose como el núcleo fundamental del hábitat.
Sánchez Suárez (2022) y Ayllón Trujillo y Nuño Gutiérrez (2008) coinciden en que el solar constituye un sistema agroecológico en sí mismo. Está conformado por diferentes zonas (el patio de la casa, la milpa, el huerto, el área de animales de traspatio, y los espacios rituales) que permiten una gestión integral del entorno y la producción. Esta diversidad de usos está organizada a partir de saberes tradicionales transmitidos de generación en generación, configurando un paisaje cultural adaptado al entorno tropical y a la cosmovisión maya.
La organización del solar responde a una lógica ecológica y espiritual. Por ejemplo, los árboles frutales como la ceiba, el ramón o el zapote, no sólo tienen funciones alimenticias, sino también simbólicas: representan los vínculos con los ancestros, con los dioses del monte y con el equilibrio del ecosistema. El fogón, ubicado en el centro del espacio doméstico, actúa como eje axial del universo familiar y como lugar de ofrenda cotidiana.
En este sentido, el solar no es sólo un espacio de producción o de residencia, sino un escenario donde se entretejen el tiempo mítico, la memoria comunitaria y la reproducción del conocimiento ancestral. La forma en que se delimita, se siembra, se transita y se habita está profundamente vinculada a rituales de respeto, protección y reciprocidad con las fuerzas de la naturaleza.
Gilabert Sansalvador (2020) enfatiza que el diseño del solar responde a criterios de eficiencia ecológica: maximiza el aprovechamiento del agua de lluvia, promueve la sombra con especies nativas, regula la temperatura ambiental y permite la producción agroecológica sin afectar la biodiversidad local. De esta manera, el solar funciona como un microcosmos de sustentabilidad, resiliencia y autogestión.
Desde una perspectiva más amplia, el solar puede entenderse como una unidad de hábitat integral, donde convergen el espacio doméstico, la economía familiar, la identidad cultural y la espiritualidad del pueblo maya. En contextos actuales, su preservación y revalorización resulta fundamental frente a las amenazas de un modelo económico basado en la extracción intensiva de recursos naturales, la urbanización desordenada y las políticas de vivienda estandarizadas que tienden a fragmentar esta complejidad.
A partir de este enfoque, el estudio del solar maya ofrece lecciones clave para el diseño de hábitats sostenibles, inclusivos y en armonía con el entorno, al tiempo que abre una puerta para el reconocimiento del territorio como espacio de vida y no sólo como recurso económico o superficie urbanizable.
Fernando Zamora Millán (1969) en su estudio sobre la habitación rural, describe que los predios son amplios, generalmente de 20 x 40 m. La vivienda se coloca paralela al frente del lote, separada del borde entre 2 y 5 m. Sobre un eje perpendicular a la calle de acceso y paralelo al alineamiento se instala la cocina.
También hace la observación que la vivienda está ubicada sobre un eje perpendicular a la calle de acceso y paralela al alineamiento, se levanta la destinada a la cocina, por la parte trasera. Los cuerpos no forman un patio bien definido y la entrada principal queda en medio del área y a la mitad de los pabellones, cuyas puertas coinciden y se colocan en el lado mayor.
La habitación está constituida por dos chozas, se caracteriza por los ábsides que rematan su planta elíptica y por su techo inclinado, con dos medios conos a los lados para cubrir los ábsides. La más importante se halla al centro y separada del frente del lote.
El primer pabellón es más alto y dilatado; mide regularmente 8 x 4 m. No está ventilado sino por las dos puertas, la de acceso y la de comunicación al resto del terreno y a la cocina; que colocadas una frente a otra, permiten la circulación del viento y la iluminación durante el día. Las paredes se procuran hacerlas completamente sin vanos, a pesar de que, en su intersección con la cubierta, existen ranuras bastante abiertas. En ocasiones se les dota de unas ventanillas que se denominan postigos, que suministran luz y aire. Sirve principalmente, como dormitorio y en él se llevan a cabo otras funciones: recibir, tender hamacas, guardar el maíz de la dotación familiar, herramientas de labranza, madera para construcción, etc.”.
En el primer pabellón, se busca mayor altura para suministrar una temperatura confortable, procurando su hermetismo, para la intimidad. Para este efecto se recurre a las cortinas de palma. El segundo, colocado inmediatamente atrás, se destina como cocina y comedor. Es de dimensiones menores, tanto en superficie como en altura y promedia 3 x 5 metros. Sus muros son de entramados de bajareque, sin ningún recubrimiento (Trueblood, 1979).
Continuando con el análisis de Zamora Millán (1969), el pabellón principal consta de dos puertas enfrentadas y la cocina sólo una, que ve hacia el primero. El baño y lavadero se conectan al vestíbulo, que se forma entre dormitorio y cocina. En el caso de contar con más pabellones, al segundo se le abre otra entrada alineada con las demás, mientras que el último conserva una sola, a fin de facilitar la ventilación. En época de lluvias, sin embargo, se protege mediante hojas de palma o cartón colgadas en el exterior.
Beatrice Trueblood (1979) señala que las funciones del baño no están asociadas a las necesidades fisiológicas, como sucede en la habitación urbana, sino que van ligadas al acarreo del agua y los utensilios para calentarla. Así, no es raro que alguna de las extremidades de la cocina se utilice como baño, ayudándose de una cortina para dar intimidad. Usan letrina, alejada generalmente de la vivienda. Las bandejas para el lavado de la ropa se asocian igualmente a ésta, en uno de sus extremos, o en pequeños cobertizos separados pero cercanos a la cocina. En familias de mayores recursos hay un área especial para el baño y otra para el lavado de ropa, próxima a la cocina y con fácil acceso a ellas.
La delimitación de predios se hace mediante el sistema característico de piedras acomodadas una sobre otra, sin mortero. Estas bardas se conocen con el nombre de "albarradas" y tienen 1.20 m. de altura aproximadamente.
Las casas carecen de pórticos, y sus habitantes esperan a la llegada de la tarde y de la noche para salir al frente o a la orilla de la calle y conversar o trabajar su vida social. Nunca se sientan en el suelo, sino que utilizan piedras, banquitas especiales o poyos de la misma construcción (Zamora Millán, 1969).
UBICACIÓN
León - Cuernavaca - Mérida
CONTACTO
HORARIO
Lunes - Viernes
9:00 - 17:00
Diseñado por Ombligo