El rey ciervo, guardián del bosque
A través de La princesa Mononoke, se analiza la fragilidad del equilibrio natural y la urgencia de actuar con responsabilidad. Una reflexión que conecta con los valores esenciales del diseño biofílico: armonía, respeto y regeneración.
Benjamín Rojas
1/10/20252 min read


Esta reflexión surge tras ver La princesa Mononoke (1997), de Hayao Miyazaki, una obra maestra del anime con un mensaje profundo y contundente. Es una de esas películas que, cada vez que la ves, te deja algo distinto.
Somos huéspedes de la Tierra, no sus amos. Y, como niños maleducados en un banquete ofrecido generosamente por un anfitrión paciente y comprensivo, nos hemos comportado mal y corremos el riesgo de arruinar la celebración para todos los demás. Nuestra codicia y egoísmo han alterado gravemente el equilibrio del ecosistema. La delicada interdependencia entre la naturaleza y los seres humanos es esencial; cuando ese equilibrio se ve perturbado por acciones imprudentes, inevitablemente habrá una reacción que buscará restablecer el orden.
Los conceptos de perdón y recompensa no aplican aquí. Son invenciones humanas que carecen de sentido en la lógica natural. Uno cosecha lo que siembra. Así como la acción correcta y generosa trae paz y satisfacción, la avaricia y el rencor conducen a la soledad y la desilusión. La justicia de la naturaleza es duradera, y aunque actúe con misericordia, sus consecuencias son irrevocables.
A nivel global, esto significa que la explotación insensata de los ecosistemas —como la destrucción de selvas tropicales— alterará los patrones climáticos; y los océanos, contaminados, devolverán peces tóxicos e incomestibles. Un día, no muy lejano, la Tierra —nuestro anfitrión— podría dejarnos claro que el péndulo de la justicia ya no está de nuestro lado, y que no somos más bienvenidos al banquete.
A nivel personal, esto puede manifestarse como una culpa persistente por nuestras malas decisiones, o una sensación amarga de impotencia frente a la injusticia social o ambiental. Tal vez lo que realmente nace en nosotros no sea solo la conciencia, sino algo más profundo: la responsabilidad.
Como individuos, debemos observar las normas de una sociedad en constante cambio, moldeada por las transformaciones del conocimiento y las prioridades de un sistema capitalista. Ya sea en el plano moral o político, en lo más profundo de nuestro ser sabemos cuándo es momento de replantear nuestras percepciones. Es ahí cuando podemos recibir la justicia con la llegada de una nueva primavera, con la energía renovadora del fuego creador.
Afrontemos la siguiente estación con integridad, convicción y fe en las acciones justas. Porque tanto a nivel individual como colectivo, somos responsables de lo que hacemos... y de lo que dejamos de hacer.
Y mientras tanto, sigamos disfrutando del banquete...
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